MOREZÓN - GREDOS


Sábado 16 de abril.


Rosalía ha preparado una escapada a Gredos. Llevamos todo el invierno pasado diciendo que en cuanto mejore el tiempo, y antes de que se vaya toda la nieve, tenemos que ver las cumbres del circo en todo su esplendor. Para poder disfrutar sin prisas, hemos reservado plaza para dormir en el albergue del Reguero Llano, a poca distancia de la plataforma.
La jornada se presenta fresca. La previsión meteorológica es de cielo poco nuboso con algunas nubes al atardecer, perfecto para no tostarnos en exceso con el sol. Hemos llegado temprano al aparcamiento y apenas hay gente aún... ya veremos como se pone esto en breve. Nos calzamos las botas y nos colgamos las mochilas para echar a andar hacia el refugio. Mientras subimos el camino empedrado pienso si habré hecho bien habiendo elegido las botas semirrígidas, de no haber nieve los pies van a sufrir un poco. Tras unos 45 minutos llegamos a la pradera donde se encuentra el refugio. Aquí dejamos el saco de dormir y las provisiones para la noche y el día de mañana. Es la primera vez que veo éste abierto. Desde el exterior el aspecto es el de una edificación un tanto antigua, aunque sólida. El lugar está custodiado por dos enormes perros parecidos a los husky, pero de un tamaño similar al mastín. Ambos parecen ser muy sociables pero por si acaso no vamos a molestarles en su mañanero baño de sol.



Preguntamos por el guarda y una pareja muy amable nos indica que pasemos al interior. Traspasada la puerta nos encontramos con un hombre sonriente de unos cincuenta y cacho. Enseguida nos presentamos y Rosalía pregunta por el antiguo guarda del refugio (ya que ella le conocía de hace unos cuantos años). Con cara de asombro aquel hombre responde a Rosalía que el único guarda que había conocido este refugio era él en persona. Cuando dice su nombre, José, Rosalía se queda atónita, él se quita las gafas y entonces Rosalía le reconoce... han pasado unos cuantos años y él, que parece perro viejo, comenta que de ella sí se acordaba. A partir de este momento parecimos convertirnos en invitados del refugio. Amablemente nos presentó a un compañero (José también) que le estaba ayudando en las tareas de redistribución de camas, ya que esperaban para la tarde a un grupo de unas quince personas.

Tras este momento de reencuentro nos emplazamos a la cena. Nosotros marchamos del refugio con algo menos de peso, camino del Morezón. Atravesamos el Prado de las Pozas que está completamente anegado. Es un lujo ver este paraje con tanto agua, me digo a mi mismo mientras recuerdo la ruta que nos hicimos hace ya un par de años en pleno verano... (esto con agua es otra cosa). Decidimos tomar el sendero que lleva hacia el puerto de Candeleda. Los relieves que nos rodean no son muy abruptos y el fondo se presenta como un extenso pastizal. Acompañados de la más absoluta soledad caminamos junto a un arroyo que baja cargado de agua.





A medida que vamos subiendo, pequeños cursos de agua, procedentes de neveros aislados, forman numerosas charcas. De vez en cuando nos encontramos con un salto de agua que nos hipnotiza con su incesante ruido.




Las nubes previstas para la tarde se presentan antes de tiempo. Los cúmulos comienzan a estratificarse debido a las corrientes de aire que soplan desde el sur y el cielo azulado se cubre en pocos minutos. Seguimos caminando hacia el Refugio del Rey.




Una niebla densa nos atrapa. Sabemos que vamos rumbo al Refugio, pero no podemos divisarlo. Ahora todo el suelo está cubierto por un manto de nieve y el camino se pierde.


Sin darnos cuenta las ruinas del edificio se cruzan en nuestra marcha. Decidimos que vamos a comer en sus alrededores y de este modo damos un poco de tiempo al tiempo, confiando en que se vaya esta niebla y podamos proseguir la marcha.


Buscamos abrigo junto a uno de los muros que aún se mantiene en pie. El almuerzo lo hacemos acompañados de unas pequeñas presencias que tímidamente se asoman entre las piedras de los alrededores. Los habitantes de estas ruinas son unos cuantos roedores que supongo esperarán la generosidad o el abandono de residuos que dejen los caminantes. Como no hay tiempo bueno para una sobremesa decidimos ponernos en marcha rápidamente. Ponemos rumbo de nuevo hacia nuestro destino. Somos conscientes de que si la cosa está bastante fea. Cada vez alcanza menos la vista, no podemos separarnos porque dejamos de vernos a unos diez metros. Vamos confiados del rumbo que nos marca el GPS y algunas huellas que hay en la nieve. La temperatura ha bajado bastante y el viento ha aumentado un poco. La sensación de frío se acentúa tras la comida. Seguimos las huellas al menos medio kilómetro más pero nada, no mejora la cosa, es más, las huellas se bifurcan. Seguramente las que giran hacia la izquierda suban hacia el Cerro de la Cagarruta y las que continúan de frente se dirijan hacia el circo. La duda nos hace replantearnos si continuar o no. La verdad es que esto parece que no va a mejorar, si la previsión era de nuboso por la tarde, empeorará si acaso. Tenemos que subir aún unos190 metros de altitud y sin visibilidad... MAÑANA VOLVEREMOS A INTENTARLO. La decisión estaba tomada. Subir penosamente a un lugar para no ver nada no tenía mucha lógica.
Una vez dada media vuelta nos cruzamos con una pareja que se dirigía hacia el refugio Elola. Ambos parecían conocer bien el camino de modo que nos alejamos sin más cada uno en un sentido opuesto. Rosalía pretendía bajar por la cuerda del Refugio del Rey. Yo me decantaba más por retroceder sobre nuestros pasos ya que no se veía nada. He de reconocer que pudo más la seguridad que da caminar por terreno ya pisado de modo que arrastré a Rosalía de nuevo valle abajo. Doscientos metros más abajo la niebla iba desapareciendo. Una rápida bajada nos retornaba al punto de partida. Aún era temprano para irnos al refugio, de modo que decidimos aprovechar el sol que calentaba abajo para echarnos una pequeña siesta.


Al despertarnos de la misma decidimos bajar al aparcamiento, coger el coche y bajarnos a Hoyos del Espino a tomarnos un buen café e informarnos sobre la previsión para el día de mañana.

De vuelta a la plataforma, subimos de nuevo al refugio. El grupo del que nos hablaron ya había llegado y el ambiente que había previo al momento de la cena era animadísimo. Tras unas cervezas y una animada charla con el personal , nosotros nos fuimos a cenar por nuestra cuenta. Tras la cena fuimos invitados a compartir un nuevo momento de reunión junto a la chimenea hasta la hora de dormir.


Domingo 17 de abril.

8:00 horas. El amanecer va acayando poco a poco los ronquidos. ¡Menuda noche oiga! Menos mal que a la gente que roncaba les habían colocado en una habitación aparte... En fin, es lo que hay. Durante unos veinte minutos me sentí como en el servicio militar: un montón de tíos haciendo cola para lavarse de aquel modo en el lavabo, mientras las incesantes descargas de las cisternas de los inodoros acompasaban los últimos bostezos y alguna que otra tos bronca. Ante tales acontecimientos decidimos tomárnoslo con un poco más de calma. Al salir del dormitorio para ir al comedor vemos esta imagen de un espectacular amanecer:


Llega el desayuno. Un reconfortante café con algo de bollería y tostadas nos pone en marcha. José, que aparte de ser un tipo superalegre, es una persona bondadosa, nos permite dejar en consigna los sacos de dormir hasta nuestra vuelta por la tarde.
Pues allá vamos, a por el segundo intento. Hoy parece que el cielo está bien y la previsión es de algo de nubosidad, pero en montaña las cosas cambian en poco tiempo. Echamos a andar hacia el Prado de Las Pozas para subir a Los Barrerones.


A medida que giramos la cabeza durante la ascensión las vistas se hacen más espectaculares.


Al traspasar Los Barrerones, el circo de Gredos posa ante nuestros ojos.




Nos ha sorprendido la gran cantidad de nieve que hay aún, a pesar de las últimas lluvias caidas en las semanas pasadas. Menos mal que hemos sido previsores y hemos echado material por si acaso una placa de hielo nos da algún susto. En el camino nos reencontramos con la pareja que ayer nos cruzamos en la espesura de la niebla. ¡Qué alegría nos dió vernos de nuevo! Nos cuentan que al final lograron llegar al camino que baja a la Laguna Grande y allí acamparon al abrigo de unas rocas; al bajar de nuevo de cota el cielo les obsequió con un bonito sol de primavera.
La subida al alto de Los Barrerones la tenemos que hacer con crampones. Rosalía toma la delantera y va abriendo huella durante toda la ladera. La nieve está dura en algunos tramos y cuesta clavar bien el crampón. Con paciencia y un poquito de sudor vamos salvando la pendiente.



Ya en la cuerda de Los Barrerones divisamos por fin, despejado de nubes, el Morezón.


Curiosamente, a medida que nos acercamos a él, el cielo se va cubriendo como en el día de ayer. Estamos ya ahí, decimos, ahora no se puede cubrir... Seguimos subiendo y la niebla avanza hacia nosotros enmascarando las cumbres. No sabemos bien si estamos en los Altos del Morezón o en el mismo Pico Morezón. La niebla sigue bajando y perdemos de vista el circo. Decidimos bajar, hemos conseguido el objetivo previsto. El descenso lo hacemos con cierta rapidez hacia Navasomera y por la cuerda del Refugio del Rey. Aquí la nieve está blanda y se pisa con cierta seguridad, aunque no hay que confiarse porque con el cansancio acumulado las piernas ya no responden igual que al principio.



En la Barrera de las Pozas podemos apreciar aún espesores de nieve de aproximadamente un metro. Ya en la bajada hemos advertido alguna que otra grieta en la nieve por lo que mejor pisar con tiento.


Ya próximos al Prado de las Pozas paramos para comer. Observamos que baja muchísima gente. Nos dirigimos al refugio para recoger los sacos. Allí nos encontramos de nuevo con José 1 y José 2. Nos quieren invitar a un café, pero tenemos que aplazarlo para otra ocasión, no queremos encontrarnos una carretera llena de coches. Agradecemos la acogida y la hospitalidad de esta "mansión de paz".


José, que parece no querer desprenderse de nuestra compañía, nos indica otro acceso al refugio desde la plataforma. En escasos veinte minutos estamos en el aparcamiento y muy a pesar nuestro de regreso a la civilización.