PICO VELETA


Viernes 9 de abril de 2010. Rosalía y yo hemos aprovechado las vacaciones de Semana Santa para coronar por segunda vez el Veleta (el año pasado subimos el 25 de febrero).


Creo, al igual que puede ocurrirle a mucha gente, estar hipnotizado por las experiencias obtenidas de los macizos del norte (Pirineos y Picos de Europa). Los abruptos relieves, las vivas y frescas tierras septentrionales atraen nuestra atención durante todo el año. No ocurre así con la gran serranía del sur, que llegando el estío pierde su color níveo y pasa casi inadvertida entre la calima. La atracción natural del hechizo del norte se ha visto, desde hace un par de años, alterada por el embrujo del sur.

Este pico, con sus 3.398 m de altitud, es el segundo más alto de la cordillera de Sierra Nevada y el tercero de la Península Ibérica (cuarto si se tiene el cuenta el Teide).

Supone mi único tres mil (hasta la fecha) y tal vez por eso le tengo tanto cariño a esta cima. Un tres mil que, aunque accesible a un gran número de público en verano, tiene su intríngulis atacarlo con hielo. El año pasado, al estar en pleno invierno, la superficie se nos presentó bastante dificultosa desde el inicio.

La ruta, de escasos 6 km de subida y otros tantos de bajada, tiene un desnivel positivo de unos 900 metros aproximadamente. La pendiente se va pronunciando a medida que avanzamos y, aunque algunas personas no lo crean, se nota que el cuerpo no se recupera con la misma facilidad debido a la disminución de oxígeno.


Como comentaba antes, el año 2009 se nos presentó una superficie totalmente nevada desde la base. Nieve que estaba bastante compactada en el inicio de la ruta y a escasos metros de subir se transformó en un auténtico espejo de cristal de hielo.
















La ascensión la hicimos con sumo cuidado, puesto que cualquier traspiés suponía un susto importante. Con paso lento y seguro se llega a esta cima con forma de vela que tanto llama la atención desde la lejanía. En aquella ocasión tuvimos la suerte de poder disfrutar de una cumbre en solitario. Todo para nosotros solos.
















Desde la cornisa de hielo se podía divisar, hacia el este, el cordal de crestones que llevan hasta el techo de la península, el Mulhacén. Todo un espectáculo natural en exclusiva. Desafortunadamente un mar de nubes comenzaba a cubrir toda la cordillera y la situación empeoró por momentos.



En este año 2010 las condiciones son algo distintas a las del año pasado. Dado que la primavera ya está entrada, la nieve ya no es tan abundante en la base de la ascensión y está algo blanda. Por otro lado, un viento moderado provoca que la sensación térmica sea de mayor frío.


Durante la ascensión nos encontramos con numerosos montañeros que al igual que nosotros aprovechan el periodo vacacional. También observamos cómo algunos intrépidos turistas ocasionales se lanzan a la aventura de la alta montaña.


En esta ocasión la ascensión se nos complicó más de lo debido. Un descuido mío hizo que los crampones se quedasen donde no debían estar (en casa), de modo que decidimos probar el estado de la nieve y subir hasta donde pudiésemos. El primer intento lo realizamos por el camino en principio más idóneo... resultó imposible. El hielo impedía nuestro avance y nos hacía retornar hacia abajo. En un nuevo intento, siguiendo el trazado de las pistas de esquí, nos plantamos por encima de la cota de los 3.000 metros. Tras preguntar a un montañero que descendía, sobre el estado de la cima, éste nos contestó que podía alcanzarse sin crampones por la vertiente suroeste, ya que está más expuesta al sol y tiene menos pendiente.

Esquivando las placas de hielo que había en esta cara, y sin apenas darnos cuenta, llegamos a la cumbre del Veleta. En esta ocasión había al menos una docena de personas disparando sus cámaras de fotos hacia el precipicio.


Antes de que bajase toda la marabunta comenzamos el descenso. Confiados del paso de unos personajes que subían por un sitio distinto al que nosotros tomamos, erramos en nuestro camino de bajada. He de reconocer que nos metimos en un verdadero berenjenal de la manera más tonta. Sin darnos cuenta habíamos avanzado por una película de hielo que dificultó enormemente la bajada de la cumbre. Jamás me había sentido tan ridículo como en ese momento. Rosalía tuvo la mala suerte de resbalar recorriendo unos 50 m sin poder frenar. Afortunadamente la cosa quedó en un buen susto y un montañero que estaba más abajo pudo ayudarla a ponerse en pie. Ante tal situación el miedo me asfixió y las piernas se me paralizaron. Cada centímetro que avanzaba parecía una proeza... reflexionaba sobre cómo el coraje de la ascensión había mutado en cobardía. "Jamás volveré a cometer un error semejante" - me repetía en silencio. Trabajando de equilibrista, lograba tallar pequeños escalones en el hielo que me permitían moverme con cierta seguridad. Tras unos 10 minutos, que se me hicieron largíííísimos, conseguí llegar hasta donde estaba Rosalía y el otro montañero. Viendo éste mi estado de inseguridad me ofreció su piolet y me indicó un consejo que voy a tener en cuenta de ahora en adelante: "en invierno, piolet y crampones, como la picha y los cojones".

Con la inestimable ayuda de esta persona logramos llegar a una zona más segura, sin hielo. El calor había ablandado un poco la nieve y el descenso se nos hizo más llevadero, aunque el susto nos acompañó hasta el final de la ruta.