TRANS-OCEJÓN

 PRÓLOGO:

Hace un año por estas fechas tenía que haber escrito esta crónica. En 2011 un sinsentido frustró la ejecución de este proyecto y es por esto por lo que ahora me siento delante del ordenador para intentar relatar esta travesía.

1ª ETAPA. SÁBADO 26 DE JUNIO DE 2012


 enlace cartografía

Son las 8:00 cuando salimos de Colmenar Viejo. Voy en el coche con Rosalía y Sara, camino de Manzanares el Real donde recogemos a Rosa según lo previsto. Llevamos el maletero cargado con las mochilas y con muchísima ilusión. Nos esperan tres días de pateo continuado hasta llegar al Pico Ocejón, y, porque no teníamos más días libres...

Tras una hora de camino llegamos a Somosierra, punto de partida. Sacamos del coche todos los bultos necesarios y tras echárnoslos a nuestras espaldas nos colocamos para hacernos la foto de rigor. Tenía pensado que, al igual que hace dos años, la ermita de la soledad fuese el escenario de este momento, pero en esta ocasión captamos esta "entrañable" figura en la fachada de la iglesia de Santa María de las Nieves.



Son las 09:30 y el sol sube rápidamente. La previsión es de cielo totalmente despejado, sin ninguna nube. Ya en la trans-Guadarrama sufrimos las consecuencias del calor en las cumbres y por eso nos ponemos nuestro traje de protección solar...

Comenzamos la ruta descendiendo por la antigua carretera de Somosierra. Tras kilómetro y medio tomamos un sendero que sale a mano derecha, en dirección hacia las chorreras, que en esta época del año está más que seca (tan sólo un tímido reguero cruza el camino un poco más adelante). El camino asciende de manera suave durante algo menos de un kilómetro, para luego incrementar de manera notable su pendiente en los siguientes dos kilómetros.

Son las 11:00. Nos topamos con una puerta por la que nos adentramos al pinar y tras ella, un poco más adelante, con una pista ancha de tierra. Cualquier otro pondría en duda si continuar por la izquierda o por la derecha, pero nosotros... está claro, atrochando que es gerundio. Seguimos de frente, en dirección perpendicular a las curvas de nivel, remontando la loma.

Tras salvar una pequeña pedrera seguimos la valla que delimita las provincias de Madrid y Segovia.


Así durante unos tres kilómetros de continuada subida, desde los 1670 m de altitud hasta las 2129 m de la cima del Pico Tres Provincias o Peña Cebollera Vieja.


Son las 13:00 horas. La subida ha sido... ¿cómo diría yo, pesada? El calor es sofocante, lo mismo te queman los rayos de sol como el fuego que desprende el suelo desnudo de vegetación... menos mal que la espalda la llevamos bien protegida con la mochila.

Las vistas y la presencia del ganado nos refrescan el ánimo. A nuestras espaldas dejamos las primeras etapas de la trans-Guadarrama, con el valle del Lozoya salpicado de masas de agua.


Echamos la vista adelante y divisamos el resto de nuestra etapa, no queda duda, seguir la loma hasta la siguiente cima, dejando Segovia a nuestra izquierda y Guadalajara a nuestra derecha. Ahora nos toca bajar todo lo que hemos subido... y con mucho cuidado porque la fuerte pendiente en algún tramo, unida a la arena seca y bloques sueltos hace esta tarea un poco pesada.


Mira que hay poca gente en estos lugares. Hasta el momento nos hemos topado con una pareja de senderistas durante la subida y  a un par de motoristas del que obviamente no voy a hacer ningún comentario. Pues bien, al final de esta maltrecha bajada nos cruzamos con un hombre que lleva una bicicleta de montaña casi al hombro. ¡Dónde irá este bersonaje!, supongo que la bicicleta bajará de nuevo igual que ha subido, no me imagino yo un descenso sobre ruedas con estas pendientes. En fin, al hombre le han vendido una bici de montaña y para eso la usa.


Habiendo salvado este desnivel llegamos a un tramo de llaneo. Nuestros cuerpos van pidiendo ya algo de comida y descanso. Buscamos algún roquedo que proyecte algo de sombra para poder cobijarnos. Nada, absolutamente nada. Continuamos un poco más la marcha, cruzando en nuestro camino el GR-88, hacia el Reajo del Puerto.

Son las 14:20. A escasos metros de este promontorio, junto a una pequeña pared de lajas, descargamos nuestras espaldas. No hay sombra, pero a cambio sopla de vez en cuando una brisa que nos refresca.

Con las buenas viandas que ha preparado Rosa, nuestros cuerpos se recomponen rápidamente. Tras la comida Sara da ejemplo y adopta una postura horizontal, cierra los ojos y aprovecha el momento para facilitar los primeros instantes de la digestión. Rosalía y Rosa charlan, y yo aprovecho para observar con calma el paisaje. Aunque éste no me es desconocido nunca estuve aquí y cualquier perspectiva nueva me llama la atención.

Curiosidad del día, yo que siempre voy mirando al suelo, por aquello que me cuentan las piedras, observo que de entre la tierra asoma algo distinto... lo desentierro y compruebo que es un cartucho algo deteriorado, en cuya parte posterior figura el siguiente marcado "P.S. 1919". Será de la guerra civil, pensé en aquel instante. Mientras escribo en el blog compruebo que, efectivamente, la vaina de ese cartucho se corresonde con un resto de la munición que, sobrante de la primera guerra mundial, se disparó en la guerra civil española. ¡Cuántas historias habrán quedado enterradas en estos lugares!.



Son las 15:50. Hemos cargado un poco las pilas y nos toca retomar el camino, ahora con el sol a nuestras espaldas.

El sendero se desdibuja entre el matorral bajo, baja primero al Collado de la Chana y asciende después por la Cuerda de la Pinilla. Mientras camino recuerdo la primera vez que vi nevado este cordal desde el Pico del Lobo, recorrerlo ahora es sencillo pero esto con nieve y hielo tiene que tener su miga.

A medida que nos acercamos a la estación de esquí de La Pinilla las pendientes de la cara norte se vuelven más pronunciadas. Ya en las proximidades del Pico del Lobo nos sorprende un imponente macizo rocoso que tenemos que sortear por su vertiente sur.


Una pista, supongo que un acceso para trabajos de mantenimiento de la estación de esquí, aparece bajo nuestros pies.
A través de una curiosa ventana, un poco más adelante, podemos observar la verticalidad del llamado Mirador y, un poco después las ruinas del antiguo remonte bajo la cima del Pico del Lobo.

Son las 18:00. Llegamos a la cumbre de esta etapa 2274 m de altitud. Tan sólo hemos recorrido cinco kilómetros desde la parada de la comida y el cuerpo vuelve a pedir una pequeña tregua. Tomando las medidas oportunas (no hay palabras para describir cómo está este lugar) aprovechamos la sombra ofrecida por las ruinas de la fachada norte de esta edificación.


Son las 18:50. El sol ya comienza a caer y se nota algo menos de calor. Ya sólo nos quedan unos siete kilómetros hasta el Puerto de la Quesera, la mayoría de bajada con algún que otro repecho.


Echando la vista atrás podemos observar lo pequeñas que se nos quedan las cimas y las distancias recorridas. Nuestras siluetas, proyectadas en el suelo, nos acompañan y nos marcan el rumbo en silencio.


Un alto en el camino para dejar constancia a escala fotografiable de la riqueza geológica de la zona.


Las contínuas subidas y bajadas de cerros y collados hacen que la llegada al puerto se nos haga más pesada de lo previsto.

A las 21:10 llegamos por fin a nuestro destino. El sol comienza a desplomarse hacia el horizonte en el día más largo del año. Ahora nos toca desplegar nuestro improvisado campamento antes de que la noche nos ponga impedimentos. Una buena cena y nos metemos en nuestros sacos para coger fuerzas. Mañana más.




2ª ETAPA. DOMINGO 27 DE JUNIO DE 2012

Nos desperezamos de una corta y fresca noche. Tomamos el desayuno y desmontamos el campamento lo más rápido posible. Hoy debemos salir cuanto antes para evitar las horas de mayor calor.

A las 08:32 echamos a andar. ¿Qué mejor manera de comenzar que subiendo? Nos dirigimos hacia el Collado de los Lobos para luego subir a la Peña de la Silla. Hace unos pocos meses estábamos pateando este mismo sendero con Ángel, camino a la cima de La Buitrera.

Una vez coronada esta loma bajamos a una preciosa pradera que nos conducirá hacia la Peña de la Tiñosa. El terreno cambia su morfología, pasando de lomas redondeadas a pendientes escarpadas. En aproximadamente una hora hemos llegado hasta este punto. Echamos la vista atrás y contemplamos el macizo de cuarcita que forma la Peña de la Silla.


Ahora el camino no tiene pérdida, basta con caminar por este cresterío de pizarras en dirección sureste. Con paso lento notamos como nuestras botas se agarran a las lajas. Las caidas en este terreno hacen pupa, y con nieve no quiero ni pensar la sensación que debe de dar esta arista.

Mientras avanzamos observamos a nuestra izquierda la grandiosidad del Hayedo de Tejera Negra (esta ruta en otoño puede estar muy interesante voy pensando). A nuestra derecha sólo observamos lomas y valles, sin ningún vestigio de asentamiento humano, tan sólo caminos.


Éste va a ser el paisaje que nos acompañe la mayor parte de esta etapa, un paisaje raro de encontrar en un entorno tan próximo a Madrid. Por otro lado sentimos que casi estamos sólos, y digo casi porque mientras subíamos a la Peña de la Tiñosa hemos visto una silueta lejana y a un grupo que se dirigía al Pico del Granero (ésto no es Guadarrama, sino la Sierra de Ayllón).


Al final de esta cuerda llegamos a una zona llamada El Corralón. En este punto tenemos que cambiar de dirección, dejamos la Cuerda de Mal Calzado y tomamos la loma que hay inmediatamente al este.

Cuerda de Mal Calzado

Son las 12:00. Volvemos a retomar rumbo sureste. El camino se vuelve algo más cómodo, el relieve está trabajado y aumentamos la velocidad. Ya notamos cómo los rayos de un sol intenso penetran bajo nuestra piel y no podemos alargar la etapa.

Nos dirigimos hacia el Collado de la Mesta por un camino que poco a poco desaparece entre una maraña de piornos. El collado, tapizado por una alfombra verde y alguna que otra sombra arbórea, nos invita a hacer un descansito. Cuando el calor aprieta con tanta fuerza es fácil caer en la tentación.

Seguimos el camino subiendo el Cabezo de San Pedro. La bajada al collado del mismo nombre se nos hace un tanto dura, teniendo que echar las manos en algún tramo. A las 13:20 llegamos a un bosque de pinos que nos proporcionará sombra para cobijarnos. Nos quitamos las mochilas, las botas y nos ponemos cómodos. Hace tantísimo calor que apenas tenemos ganas de comer. Aprovechamos para echar una pequeña siesta.


Son las 15:00. Desde este collado divisamos un camino que discurre a media ladera por debajo de la Loma del Ventiadero. Yo tenía previsto ir por la loma, pero visto lo visto creemos que es aconsejable reducir al máximo el tiempo de exposición al sol. Dicho y hecho, tomamos el sendero en el que más adelante aparecen rodadas de vehículos. Llegamos así a otro collado existente entre la cima del Regajo de las Yeguas y el Alto  Regajo.

La pista para vehículos rodados nos conduce a la última de las lomas por las que caminaremos en esta etapa. Una loma que poco a poco nos bajará de cota hasta el llamado Collado Llano. Ojo en este punto porque nos encontramos con carteles indicativos de rutas de bicicleta de montaña que nos pueden despistar. Uno de los letreros nos indica un giro a la derecha en el sentido de nuestra marcha para ir hacia Majaelrayo. Nosotros hacemos caso omiso a este cartel y bajamos en la dirección prevista, es decir, hacia el sureste, siguiendo una pista ancha de tierra que no tiene pérdida.

La bajada por esta pista se nos hace un tanto dura. Son tan sólo 3 kilómetros y 200 metros de desnivel, pero el calor es sofocante, el suelo desprende casi tanto calor como el que nos llega desde arriba y, lo peor, el agua escasea. El cruce con la carretera debe de estar ahí mismo nos decimos Rosa y yo, pero la carretera no aparece. Rosalía y Sara se quedan algo rezagadas. Por fin divisamos el asfalto que conduce a Majaelrayo.

Son las 17:15, apenas tenemos agua, el calor es insoportable y aún nos restan tres kilómetros y medio para llegar al pueblo. Tras los 18 kilómetros andados, Rosalía y Sara proponen que ellas se quedan en este cruce de caminos, mientras que Rosa y yo vamos hacia Majaelrayo en búsqueda de la furgoneta que tenemos como apoyo logístico. Nos quitamos las mochilas para andar más ligeros y nos echamos a la carretera. Tenemos suerte, tras unos cuantos cientos de metros conseguimos parar a un coche. Una amable pareja nos recoge y nos acerca hasta el pueblo. Nos acaban de quitar unos tres cuartos de hora de pateo y más tiempo de espera bajo la asfixiante sombra de un chaparro.

Alrededor de las 18:00 estamos sentados en la terraza de un bar, a la entrada al pueblo, con unas cervecitas entre nuestras manos. Éste sí es un buen final.

Ahora sólo nos falta buscar un lugar donde pasar la noche. Unos jóvenes paisanos que estaban labrando su huerto próximo al bar, nos indican que al otro lado del pueblo hay un pinar en el que la gente que viene de paso suele acampar. Hacia allá vamos a descansar....




3ª ETAPA. LUNES 28 DE JUNIO DE 2012
A las 08:30 nos dirigimos hacia el bar, lugar de encuentro con Rafa, que nos acompaña en esta subida al Ocejón. Allí está, con puntualidad británica. Le llevamos hasta nuestro campamento para que deje su coche y desde ahí partimos.

Son las 09:00 cuando comenzamos a caminar. Se nota que Rafa está fresco, no para de bromear (bueno, en realidad él es así de jovial). Salimos del pueblo y comenzamos a subir lentamente. Yo sólo he subido una vez al Ocejón, y desde la vertiente de Valverde de los Arroyos, por lo que con esta etapa completo una travesía por un terreno completamente virgen para mi.

Los primeros dos kilómetros discurren por un monte bajo de jaras, lo de bajo es por su forma arbustiva, ya que en determinados momentos debido a la altura de la vegetación pierdo de vista a algunos compañeros. Mientras pasamos este tramo, el sol ya ha asomado por encima del Ocejón. Ni una sola nube en el cielo, ¡así no tendremos problemas de visibilidad en la cima!.

La pendiente comienza a incrementarse y afortunadamente la vegetación cambia progresivamente a formas arbóreas con pequeñas sombras. Los robles nos acompañarán de manera interrumpida durante unos 3,5 kilómetros, todo un respiro.

Ya hemos salvado unos 600 metros de desnivel y nos aproximamos al Collado de Cañamarejo. En este último punto el camino se une con la vía de subida desde Valverde.  Ya sólo nos quedan otros 250 metros de subida y llegamos a la cima. Lo malo es la incomodidad del sendero, que está formado por canchales ramificados entre masas verdosas de gayubas. En el último tramo, alcanzado el Ocejoncillo, el camino mejora gracias a la mano del hombre.

Son las 12:15. Hemos alcanzado cumbre. El paisaje espectacular, mires para donde mires. Por fin Rosalía ha subido al Ocejón, tantas cumbres lejanas conquistadas y ésta se la había saltado, ¡ya es tuya!.








Tras las fotografías de rigor, nos sentamos un rato a tomar un aperitivo. Mientras, pensamos en el camino recorrido durante estos tres días, a lo lejos divisamos el Pico del Lobo, y contemplamos el valle del río Jarama, intentamos distinguir los pueblos: Campillo de Ranas, La Vereda, Matallana...; vemos a la lejanía el embalse de El Vado con una lámina de agua bastante baja. El conjunto, un colage de materiales, vegetación, texturas y colores, un regalo para la vista.

Las moscas nos recuerdan que se nos está haciendo un poco tarde. Hace muchísimo calor y mejor bajar a la sombra para comer y descansar.

A las 14:30 llegamos de nuevo al pueblo. Sara cambia la cerveza de final de ruta por una refrescante ducha en la fuente que hay en el campamento. El resto nos dirigimos de nuevo al bar para tomarnos unas jarritas heladas con las que haremos hambre.

De vuelta al pinar y nos apretamos una buena comida a la sombrita. En la sobremesa Rafa y Rosa nos comentan sus planes de ascensión al Aneto y Posets... ¡qué mejor postre!.


Pues esto ya está acabado. Hemos recorrido unos 57 kilómetros, en tres días, por un terreno desconocido. Una aventurilla para comenzar bien el verano.

Antes de finalizar este relato quiero dar las gracias a mis compañeras de viaje, ¡sois la caña!. Es un gusto compartir mi tiempo en el monte con gente tan maravillosa. También quiero agradecer a Rafa su compañía, sólo hemos podido coincidir en la última etapa, pero tengo que decirte que eres como un cargador de baterías.

Hoy por hoy no tengo planificada otra trans, pero dadme un poco de tiempo y veré qué se me va ocurriendo.

Saludos y hasta la próxima.




TRANS-GUADARRAMA



1ª ETAPA. JUEVES 3 DE JUNIO DE 2010




La ruta comienza en el término municipal de Somosierra. Acabamos de tomar un breve café en el pueblo y nos cargamos las mochilas. Hemos calculado concienzudamente el equipo, pero aún así notamos que estas compañeras de viaje se van a hacer algo pesadas. Son las 9:00 h. Nuestra andadura tiene como punto de partida la Ermita de la Soledad.
 
El primer tramo de esta etapa discurre por una pista de tierra muy bien acondicionada (coincide con el sendero de Pequeño Recorrido PR-34).















 

La suave pendiente nos sube lentamente unos 200 m. Es entonces cuando comenzamos a descifrar a nuestro alrededor los relieves que nos sirven de referencia para observar nuestro progreso (macizo de Ayllón, macizo de la Cabrera, macizo del Mondalindo).Las abundantes lluvias de este año nos permiten disfrutar de un impresionante colorido primaveral. Las distintas tonalidades de verde predominan en todas las superficies, aunque las recientes flores de los piornos adquieren un marcado protagonismo a ambos lados del camino. Se atraviesan zonas repobladas con pino, que aunque no son muy vistosas sí dan algo de sombra a estas extensas lomas. Seguimos la dirección de la valla que delimita las provincias de Segovia y Madrid. Una rampa pronunciada nos asciende otros 200 m hasta las cotas de los 1.800 m que hay en la zona de Colgadizos.



Contínuas bajadas y subidas nos llevarán al puerto de la Acebeda, Peña Quemada, puerto de Peña Quemada...

 
A lo largo de todo el camino nos encontramos abundante ganado. Las manadas de caballos rodean unos cuantos potros a los que no parece causarles mayor impresión nuestra presencia. La expresión "das una patada y salen bichos hasta debajo de las piedras" se hace realidad en todas las ocasiones... alguno de éstos pueden darnos algún pequeño susto...


 
Llevamos ya unas cuantas horas y aún no nos hemos encontrado a nadie por el camino (y eso que es festivo en Madrid). En el puerto de Peña Quemada pasamos del PR-34 al PR-33. Atacamos otra de las subidas de esta etapa, en esta ocasión a la Peña Berrocosa (ya próxima a los 2.000 m). En este tramo dejamos de mirar al suelo porque en el cielo se advierten unos cuantos parapentistas. Un poco más arriba nos sorprende un tropel de personas, unos dispuestos a volar y otros simplemente a observar.







Pasamos un poco toda esta algarabía y aprovechamos para hacer una parada técnica. Es hora de comer. Mientras silenciamos el ruido de nuestros estómagos, unas voces procedentes de lo alto llaman nuestra atención... no estamos solos...



Tras la comida retomamos la marcha hacia la Peña Berrocosa para luego continuar con un relajante y prolongado descenso hacia el puerto de la Linera.


El desdenso da pie a una nueva subida. De nuevo nos quedamos solos. Hasta ahora toda la jornada ha transcurrido con nubosidad variable y una ligera brisa del norte que nos refresca agradablemente. A partir de este momento el viento aumenta su fuerza y la sensación térmica es de frío. Afortunadamente el calor nos está dando una tregua en esta larga etapa.
 


Desde la cima del Reajo alto, la cota más alta de esta jornada (2.100 m), se perfila, a lo lejos, el techo de toda la Trans-Guadarrama, Peñalara. Toda esta zona está bañada en agua. En el mes de abril, cuando hicimos la prospección de esta etapa, todo era nieve y pequeñas lagunas heladas. El mullido suelo, aunque amortigua nuestra pisada, resulta un tanto molesto ya que crea irregularidades. Mejor seguir el camino, que en este tramo se nos presenta un tanto desdibujado. Los pies comienzan a sentirse ya algo cansados. Llevamos más de 25 km andados y unos cuantos cientos de metros subidos y bajados. Aún nos quedan algunas lomas más por atravesar y la bajada hacia el puerto de Navafría. Este último tramo resulta bastante pesado, ya que gran parte del camino tiene abundante tierra y piedra suelta. Nuestra presencia alerta a un jabalí que cruza el camino perdiéndose de inmediato entre los matorrales. Afortunadamente él se ha asustado más que nosotros, porque no me imagino cómo ibamos a echar a correr nosotros si éste nos hubiese hecho frente.

Tras unas 10 horas y unos 33 km, llegamos por fin a nuestro primer destino, un refugio existente en lo alto del puerto. La previsión era conseguir un permiso para pernoctar en su interior, pero tras un mes de gestiones, éstas no han dado su fruto. En el intento me he dado cuenta de que la gente más humilde es la que más ayuda desinteresada te brinda... lástima que al final, entre un pueblo amable nos topemos con los llamados "gobernantes". Desde aquí una colleja al séquito del llamado "Don" Celedonio Esteban de Andrés (Presidente de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza), no por su negativa, sino por su desatención.

Como somos gente sencilla nos bastó con un par de muros y la arcada del porche del refugio como cobijo. La próxima fuente de un área de recreo nos brindó la posibilidad de refrescar un poco nuestros cuerpos. Con los pies ya relajados nos apretamos una cena que más de uno envidiaría. A la caida del sol quedaba aún alguna gana de enredar, pero a los pocos minutos una densa atmósfera llamada cansancio ejercía su presión sobre nuestros cuerpos.
























2ª ETAPA. VIERNES 4 DE JUNIO DE 2010





Tras una noche fresca bañada por la luz de una luna menguante, surgen los primeros sonidos del amanecer. Estamos al borde de la carretera que une Lozoya y Navafría y algún madrugador conductor atropella nuestros sueños. Son las 7:30 y un grupo de caballos pasta a escasos metros del refugio. No saben que estamos ahí y en el momento que advierten nuestra presencia alzan sus cabezas en señal de asombro. El jefe del grupo echa a correr por la carretera arrastrando al resto de la manada. El sonido de los cascos golpeando el asfalto actúa a modo de despertador... hay que levantarse.

Tras un potente desayuno recogemos el campamento y nos colgamos de nuevo nuestras mochilas.
Retomamos la andadura caminando por la pista de tierra que sale justo detrás del refugio (camino de Navalcollado). Estos caminos, de uso restringido a los vehículos privados, están acondicionados en temporada de nieve por una empresa llamada Centro de Esquí Nórdico Navafría, a los que desde aquí felicito por fomentar esta sostenible práctica invernal.

La ruta prevista comenzaba ascendiendo por un cortafuegos que, partiendo desde el puerto de Navafría, llevaba tras un desnivel de más de 400 m hasta la cumbre del pico del Nevero. Como esta etapa no la teníamos pateada previamente, decidimos suavizar el inicio (en la medida de lo posible). Desde la pista de tierra descrita anteriormente tomamos un atajo atrochando por un denso bosque de pinos, enlazando de nuevo con la pista que nos llevará a la base del Nevero (2.209 m).

 
Al llegar al vértice geodésico nos encontramos con una inesperada estampa familiar. Un joven, de unos treinta años, acompañado de sus padres, de unos sesenta y tantos, y de un precioso perro setter. Sentados entre las piedras contemplan el paisaje y degustan una jugosa tortilla de patatas. "Nos ha traido nuestro hijo por el cortafuegos" decía la señora con orgullo... "¿queréis un poco de tortilla?"...¡cuánta amabilidad!.
Tras una foto de grupo, emprendemos de nuevo la marcha para conquistar cimas desconocidas: Alto del Porrinoso, Peñacabra... Los alrededores de estas cimas están salpicados por algunos neveros naturales que confieren al paisaje cierto color invernal. Observamos también depresiones en el terreno a modo de excavaciones, con restos de pequeños muretes de piedra. Por la proximidad a los neveros naturales nos imaginamos que son pequeñas construcciones para simular las condiciones idóneas de formación y conservación de hielo a partir de la nieve. 

 

Desconocía la existencia de la geomorfología glaciar a los pies del Pico del Nevero donde, al igual que en la cara sur de Peñalara, nos encontramos pequeñas lagunas con aguas cristalinas. Sorprende también la abrupta ladera sureste del Alto del Porrinoso.

 
A medida que avanzamos vamos siendo conscientes de que el día es bastante más duro que el de ayer. No nos acompaña esa brisa montañera y el cielo está bastante menos nublado, con lo que el sol nos castiga sin piedad. Es mediodía. En la cima de Los Pelaos enganchamos con la pista por la que transcurre el PR-32, el cual nos bajará hacia la cima de Peñas Crecientes y el puerto de Malagosto por un terreno árido salpicado de afloramientos rocosos y piornos. En la cartografía localizamos una ermita próxima al puerto. Hacia allí nos dirigimos en busca de una edificación que nos dé algo de sombra para parar a comer. Cuál es nuestra sorpresa cuando lo único que encontramos es una cruz de hierro en mitad del campo. Ignoro el significado de este curioso y algo abandonado santuario. Al no haber ni una sola sombra en los alrededores decidimos montar el techo de la tienda y resguardarnos de los abrasadores rayos. Dentro de nuestra particular jaima montamos un improvisado comedor y un dormitorio donde echarnos una reconfortante siesta.
A eso de las 17:00 h retomamos la marcha. El sol sigue cayendo con dureza pero no podemos retrasarnos más. Dejamos atrás el puerto de Malagosto y nos dirigimos hacia Las Poyatas, el Alto de las Calderuelas y el pico de La Flecha.


 
La bajada hacia el Collado de la Flecha se nos hace un poco complicado, debido a que el camino desaparece y nos encontramos con un incómodo canchal. El paisaje es precioso en este collado. Se advierte la acumulación de agua en el suelo por la gran abundancia de vegetación. Paralelos al trazado de la valla de piedra comenzamos a subir a la loma que nos llevará al Pico del Reventón. El camino se pierde por completo y los piornos apenas dejan huecos por donde pasar, haciendo de esta subida de unos 100 m un auténtico calvario. En los mapas se dibuja con mucha alegría el PR-32 (que finaliza misteriosamente en el pico de la Flecha y reaparece en la cima del Cancho), pero en realidad esto es ir atrochando de mala manera (por cierto, en todo el recorrido que llevamos creo haber visto alguna señal de PR). Al final del atrochamiento se llega hasta otra valla de piedra que hay en lo alto de la loma. Cruzando ésta retomamos el sendero que nos llevará al Reventón. Ninguno nos imaginábamos que esta etapa se nos hiciese tan pesada. Aún así nos quedan ganas de sonreir.

 
En el alto del Reventón hacemos una parada técnica. Llevamos ya unos 54 km con la mochila a la espalda y el sofocón de esta jornada no estaba previsto. El sol por fin comienza a bajar hacia el horizonte y los colores reaparecen, al igual que una leve brisa procedente del norte. A nuestros pies Rascafría y La Granja.

 
Pasamos el Puerto del Reventón y nos liamos de nuevo a subir. A media ladera decidimos atajar un poco para poder poner la tienda con suficiente luz. Tras sortear una manada de vacas que nos miraban con cara de asombro nos dirigimos a los Altos de los Poyales, punto final de esta segunda etapa. "Menos mal que la segunda era de transición" decían Rosalía y Rosa.
Comenzamos a montar nuestro campamento en compañía de las vacas que, curiosas ellas, se nos acercaban para ver si caía algo de comida. Cuando vi que las piedras que las tiraba Rosa no hacían el efecto deseado (se dirigian a las piedras para ver si era algo de su agrado) salió el pastor que llevo dentro, y bastón en mano arreaba al ganado aguas abajo "ieeeeeeeeeeee, vaaaaaaaaaaaaaaca, ieeeeeeeeee, ieeeeeee". Escuché risas a mis espaldas pero me sentí aún más formar parte de ese entorno. La cena, bajo una suave luz crepuscular, dió paso a algunos momentos de risas y chascarrillos. Minutos más tarde, la oscuridad dejaba entrever las siluetas del relieve que nos rodeaba y al noroeste aparecía Venus.
La noche era fresca, de modo que había que meterse en la tienda. Antes de que la cremallera se cerrase del todo se coló el sueño que casi de inmediato hizo apagar la luz.


















  
3ª  ETAPA. SÁBADO 5 DE JUNIO DE 2010




La noche ha transcurrido muy tranquila. El mullido suelo era un tanto irregular, pero más que suficiente para descansar. Poco después del amanecer desayunamos, recogemos el campamento y nos ponemos en marcha.
El cielo está completamente despejado de nubes, de modo que aprovechamos estas primeras horas del día para afrontar la primera de las dos subidas fuertes que tenemos en el día.

Comenzamos bajando de los Altos de los Poyales, subiendo al pico de Los Neveros (repleto de vestigios de la guerra civil) y bajando de nuevo al puerto de Los Neveros o Collado de Quebrantaherraduras. Desde este punto la subida hacia Peñalara se nos hace majestuosa.


Subiendo la cresta de los pájaros tenemos la oportunidad de contemplar un paisaje idílico. Mirando hacia abajo la vista percibe el contraste del verde y el azul de la laguna de los pájaros. Nos embelesamos con el suave oleaje fruto de la brisa matinal. El reflejo del sol sobre esta lámina de agua hace desviar la mirada hacia el horizonte, donde podemos contemplar toda la Cuerda Larga (hasta se nos hace pequeña en esta ocasión). Al girar nuestra mirada para proseguir la ascensión nos topamos de lleno con la cresta de Los Claveles.

 
Es sábado y estamos en una zona concurrida. En el paso de Claveles nos encontramos con numerosas personas que bajan de Peñalara en sentido opuesto al nuestro. Abriéndonos paso en este embrollo conseguimos cruzar. Ya estamos próximos a la "civilización"...





La cima de Peñalara congrega a un numeroso público, entre los que pasan varios corredores entrenándose para el Gran Trail que tendrá lugar a primeros del mes de julio. Hay gente de todo tipo, deportistas, montañeros, senderistas, turistas accidentales, aventureros... En el alto pienso que este Guadarrama cada vez se asemeja más a un parque de aventuras. Creo que se debería fomentar aún más el "conocimiento" y disfrute del medio natural en lugar de promocionar este entorno como una vía de escape a cualquier urbanita ávido de nuevas experiencias.





El descenso hacia el puerto de Cotos se nos hace más que pesado. Las bajadas prolongadas son, al menos para mi, mucho peores que las subidas... además nos acompaña el calor seco de un mediodía completamente despejado.








Llegando al puerto de Cotos decidimos que no podemos parar a descansar. Es tal la algarabía que continuamos ascendiendo la Loma del Noruego para comer en un entorno más tranquilo. Afortunadamente se nubla un poco y corre algo de viento. Tras el almuerzo una corta pero reponedora siesta.


 
Una hora más tarde proseguimos la marcha por esta loma cuajada de piornos en flor. En esta vertiente apenas nos encontramos gente. La subida al alto de Las Guarramillas se nos atraganta un poco, seguramente la digestión tenga la culpa de este bajón.
Rosa, como no podía ser de otro modo, va encabezando el grupo, como si estuviese dándose un garbeo por los alrededores de su casa para bajar la comida... Rosalía y yo vamos más lentos, haciendo unas cuantas paradas.






Por fin llegamos a los pies de la Bola del Mundo. El viento se acelera y la sensación térmica ahora es de frío. Tan pronto pasamos calor como tenemos que ponernos manga larga... el sudor en nuestras espaldas se queda helado por momentos.



Mirando hacia nuestra espalda vemos todo lo que hemos pateado... ¡pero si hace unas pocas horas estábamos al otro lado de Peñalara! pensamos.



De nuevo otra larga bajada, y en esta ocasión por pista de hormigón. Nuestros pies se resienten pero avanzan ansiosos hacia a su destino, el albergue que la RSEA Peñalara tenía en el puerto de Navacerrada. Hemos reservado una habitación, donde podremos descansar más cómodos y tendremos ocasión de darnos una merecida ducha de agua caliente.
Al ver las tripas del albergue somos conscientes del estado en el que están estas instalaciones. Apenas un lavado de cara para un edificio que ya tiene unas cuantas décadas y que a mi parecer necesita algo más que pintura (superficies considerables de cubierta sin teja, evidencias exteriores e interiores de humedades, algún cristal roto con cartones para evitar corrientes, lavabos que no desaguan...). En fin, cuando no se invierte en conservación nos encontramos con estos problemas... es lo que hay y decidimos aprovecharlo sin más. Tomamos unas cervecitas, cenamos y nos metemos en el sobre porque la de mañana también promete.




4ª ETAPA. DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010




Amanece un día despejado, con alguna que otra nube despistada. Sabemos que la etapa de hoy tiene unos cuantos sube y bajas y que el calor puede pasarnos factura. La Trans-Guadarrama está prevista para hacer todas las cimas posibles y ahora nos toca una que a todo el mundo llama la atención: Siete Picos. Pues bien, decidimos realizar un cambio y darnos un paseo a la sombra de los pinos. Sufrir por sufrir tampoco es plan y decidimos usar el camino Schmid para llegar al puerto de la Fuenfría.


Es un gusto andar por este entorno tan sombrío, caminando sobre sombras forestales y escurridizos rayos de sol.
Hará ya un año que había oido comentar que este camino estaba siendo destrozado por un bulldozer, con el objeto de ensancharlo para el paso de vehículos. Recuerdo mi indignación ante tal comentario. Hoy me doy cuenta con mis propios ojos que éste estaba bastante desvirtuado. Desconozco la maquinaria que vieron trabajar, pero evidentemente no era, ni mucho menos, un bulldozer. El camino no ha sido ensanchado y tampoco ha sido modificado para facilitar el acceso de vehículos. Observo que en algunas zonas, y de manera puntual, se han removido algunas piedras de los márgenes del camino con la finalidad de colocarlas en el trazado y provocar el frenado de los apresurados ciclistas que pululan por este entorno. Se ha delimitado en algunos tramos el trazado original del camino porque pequeños rodeos y atajos a árboles y zonas pedregosas estaban originando pérdida de vegetación y suelo. A mi parecer se ha realizado una mejora, que evidentemente habrá incomodado a los caminantes que se toparon con la maquinaria durante los trabajos. El teléfono escacharrado resultó, por fortuna, ser tan sólo una falsa alarma, síntoma evidente de que a los que nos gusta este entorno nos preocupamos por su conservación, al igual que las personas que actúan para intentar preservarlo.

Caminando nos topamos con algún que otro ciclista. Advertimos cómo tienen que sortear las piedras estratégicamente colocadas en el camino... aunque alguno parece haber tenido algún percance. No recuerdo su nombre pero el hombre está sangrando por el codo. Se ha hincado su rueda delantera entre dos piedras y ha caído al suelo. Rosalía entra en escena y haciendo uso de sus conocimientos y habilidades. De la mochila surgen gasas, desinfectante, puntos de aproximación, esparadrapo... No recuerdo su nombre pero sí recuerdo cómo palideció el pobre al ver todo aquel preparativo. No voy a hablar muy alto porque a mi también me dan repelús estas cosas, de modo que yo me limité a darle palique para distraerle mientras Rosalía y Rosa trasteaban en la herida. En cuanto se pudo levantar le aconsejamos que marchase a Navacerrada y se hiciese mirar el corte por si necesitaba alguna atención más...


Pues bien, comentando la jugada llegamos por la Senda de los Cospes al puerto de la Fuenfría. Un piscolabis y tomamos la Vereda del Infante para llegar al Collado de Marichiva.

 
A medida que vamos avanzando un grupo de nubarrones negros acometen desde el norte. En poco tiempo esta agradable pista nos conduce al collado.


 














Cruzamos la puerta que nos conduce a la subida de la Peña del Águila. Desde lo lejos las rampas se ven duras, pero nuestras piernas parecen haber cogido tono muscular y con paso firme subimos 250 metros y llegamos al alto. Tras la subida, la bajada, en esta ocasión al Collado de Cerromalejo. Las nubes siguen persiguiéndonos y tememos algún chubasco. Tenemos pocas posibilidades para protegernos y decidimos bajar lo más rápido posible.

 
Hacemos la parada de la comida en el mismo collado. Tenemos ganas de echarnos una cabezada, el ambiente es agradable, pero aún nos queda camino y mejor no llegar demasiado tarde por si el refugio de Cabeza Lijar estuviese ocupado.

 
Una nueva subida, en esta ocasión para llegar a la cima de La Peñota. Según nos acercamos a la cima de esta mole de roca veo cómo las caras de Rosa y Rosalía se vuelven sonrientes. El sol desaparece por momentos tras las nubes grises. El relieve se vuelve más abrupto y da la sensación de que estamos en una cumbre mucho mayor.

 
Los riscos de La Peñota esconden curiosos rincones poco frecuentados, próximos y a la vez alejados del mundanal ruido. Rincones que invitan a sentarse y contemplar.

La fuerte pendiente de la bajada hacia el Collado de Gibraltar ralentiza nuestra marcha. Con cuidado vamos dejando a nuestro paso los grandes bloques de granito desprendidos de esta imponente formación.
































Enfilamos hacia el puerto de Guadarrama. De nuevo un contínuo sube y baja a cerros y collados (ya por altitudes cercanas a los 1.700 m): Cerro del Mostajo, Collado del Mostajo, Peña del Cuervo, Collado de Matalafuente, Cerro de Matalafuente, Collado del Arcipreste de Hita, Peña del Arcipreste de Hita, Collado de la Sevillana, Sevillana.
En el camino visitamos algunos de los abundantes restos de la guerra civil que perduran en esta zona. Rosa me habla de una salida con unos amigos en la que acompañaron a Domingo Pliego durante la toma de datos para su libro "Caminando por los escenarios de la Guerra Civil (Sierras del Rincón, Guadarrama y Malagón)". Me pica la curiosidad, tendré que echar un vistazo a este libro.















Afinando la vista y con un poco de paciencia advertimos la presencia de los pequeños seres que habitan el entorno. No me ha dado ninguna insulación, ni me he vuelto loco, ni me he tomado ninguna de esas setas alucinógenas. Hablo de los verdaderos habitantes que están ahí y que muchas veces pasan inadvertidos a nuestros ojos.




Llegamos al Puerto de Guadarrama. Hacemos una parada técnica en el restaurante-asador Alto del León para tomarnos una cervecita y comprar la comida de la noche. Unos minutos de relax y partimos de nuevo hacia Cabeza Lijar. La cerveza nos ha dejado un poco apagados (relajados en exceso mejor dicho). En un principio tomamos la pista que discurre por el Vía Crucis y, a la altura del Collado de La Gasca, retomamos las señales del GR-10 que hemos seguido desde el Puerto de la Fuenfría. Ahora "sólo" queda llegar hasta el refugio que hay en el alto. Con las sombras ya difuminadas por la luz del avanzado atardecer vamos subiendo estos últimos 220 metros de etapa. La cima debe estar ahí mismo. No se llega a ver. El dolor y el cansancio se acentúa en algún caso y hace que los metros parezcan kilómetros. Un último esfuerzo y se acabó. El viento se va pronunciando cada vez más, signo evidente de que estamos ya en el alto. No muy lejos se oye un grito, desde unos metros más arriba. "¡¡¡Ya!!!. Es Rosa. Ya hemos llegado.

Nos instalamos en el interior del refugio. Invito a Rosalía y a Rosa a ponernos ropa de abrigo y subir al mirador que hay en la parte superior. El fuerte viento nos hace juntarnos para sentir algo menos de frío. En breve el cielo comienza a estratificarse en colores que acaban en la negrura del horizonte... Estamos felices y queremos recordarlo, de modo que... un autorretrato.




Tras una copiosa y reponedora cena nos enfundamos en nuestros sacos y apagamos las frontales. Mañana es el último día... les Champs Elysées nos aguardan.



5ª ETAPA. LUNES 7 DE JUNIO DE 2010




El viento de la noche ha dejado un calmado amanecer.
No hay marcha atrás. Recogemos los bártulos, hacemos por última vez nuestras mochilas y nos las colgamos como el que se coloca una gorra. La última etapa pretende ser relajada.



En la mayor parte del recorrido de hoy no tendremos vistas tan espectaculares como las de días anteriores (al menos para mi gusto). Caminaremos unos 12 kilómetros a lo largo del GR-10, entre los 1.800 y los 1.600 metros de altitud. Desde Cabeza Lijar bajamos hacia el Collado de la Mina, para luego subir al Cerro de la Salamanca, Risco del Polanco, Cerro de la Carrasqueta, pico de San Juan y Pico de Abantos.



Pasado el Cerro de la Carrasqueta el entorno se vuelve monótono. Caminamos por una pista limitada en todo momento por la valla de piedra que delimita el renombrado valle de Cuelgamuros.

 

Hasta llegar al Pico de Abantos la sensación es un tanto desoladora, pero una vez en este alto las vistas cobran de nuevo protagonismo. Ahí abajo está nuestra meta. Sólo hay que "bajar".



Unos 760 metros de bajada contínua. Desde la Fuente del Cerbunal la pendiente se pronuncia atrochando hacia el interior del bosque de pinos. Cuando hemos descendido unos 300 metros comienzan las contínuas zetas. Las fuertes lluvias han dejado huella en los caminos, ya que numerosos pinos de gran porte han caido atravesados y no nos queda más remedio que saltarlos o pasar por debajo a modo de gincana. "Ya no aguanto más". Mi máquina comienza a dar fallos y la rodilla derecha que hace un mes estuvo lesionada se resiente.







Son aproximadamente las tres de la tarde y hemos entrado en San Lorenzo de El Escorial. Tomamos las calles de esta ciudad en plan peregrinos. Desde la Ermita de la Soledad, en Somosierra, hemos andado unos 115 km, subiendo y bajando, subiendo y bajando, un día y otro, con una mochila bien cargada adosada a nuestras espaldas. El Monasterio está ahí, ante nuestros ojos. Hemos llegado.

Caras de satisfacción. Besos, abrazos.
Un proyecto de varios años hecho realidad. Menuda compañía he tenido, ¡qué suerte!. No sé dónde estará el fin del mundo, pero con gente como Rosalía y Rosa sé que se puede llegar. Tan sólo hacen falta dos cosas: ilusión y tiempo. ¡Muchas gracias compañeras!.






Agradecimientos especiales para:
  • Cuco, responsable de la logística de transporte (eres un fenómeno).
  • Marta y Juan Carlos. Aunque no habéis podido hacerla con nosotros habéis contribuido a parte de la preparación.
  • Todos los compañeros de TROTAMONTES que me han dado a conocer previamente los distintos tramos del recorrido.

Solo me queda por decir que ya estoy deseando preparar la próxima...